sábado, 7 de abril de 2012

El regreso a la mente original.

En entradas anteriores hemos explicado las tres puertas primeras de la senda luciferiana. La primera puerta es el silencio de la mente, que se consigue mediante la conciencia testigo y la autoobservación y desapego de los pensamientos. La segunda puerta consiste en la autonciencia del cuerpo, la energía y la respiración. La tercera puerta es el estado de conciencia presente, que se logra mediante el esfuerzo de nuestra atención en el ahora, ayudados con el trabajo en las dos puerta anteriores. 
Cuando realizamos la prácica con las tres primeras puertas del reino de las sombras o senda lucifera logramos el primer cambio en nosotros. Este cambio, que al principio tan sólo es un atisbo o una mínima muestra, supone  comenzar a recuperar el perdido estado original de la mente. Cuando venimos al mundo, cuando nacemos, tenemos la potencialidad de usar la mente en su forma prístina de funcionar, en su modo puro o virginal . Sin embargo pronto el ser humano comienza a estropear esa potencialidad o estado natural original. Es normal que ya en la adolescencia nos hayamos alejado en muchos casos de ese estado maravilloso de la mente. 
La pérdida del estado original de nuestra mente es consecuencia de esa distorsión psíquica que supone le creación del ego humano en la estructura de la identidad. El ego es como un quiste inevitable, un nodo o núcleo distorsionador que surge dentro de nuestra mente y que acaba por alterarla completemanete. El resultado es que la conciencia humana vive atrapada dentro de una mente mediatizada y modificada por el ego. Este hecho fundamental nos esclaviza tanto espiritual como vivencialmente, condicionando todo nuestro mundo, nuestra realidad, nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.
A pesar de los avances científicos y del progreso tecnológico permanecemos prisioneros de esta lacra evolutiva. Claramente nuestro inmenso potencial espiritual se halla dormido en la gran mayoría de los seres humanos. Precisamos volver la mirada hacia nuestro interior para descubrir como somos realmente y que podemos llegar a ser.
En sus comienzos la esencia de todos los caminos espirituales auténticas es la misma. La clave se halla en recuperar o establecer un estado ideal de la mente en donde el ser humano pueda encontrar la vía hacia el reino paradisíaco o celeste perdido, así como la reunión con su esencia divina o bien con el ser divino.  Sin esta base fundamental todas las demás prácticas o circunstancias en cualquier camino espiritual son estériles; o bien no conducen hacia la verdadera meta sino a otros lugares erróneos, engañosos o cuando menos parciales. 
Por ello el trabajo con las tres primeraras puertas es el requisito inexcusable para crear o restablecer una parte fundamental de la mente original, que consiste en recuperar el estado paradisiaco o celeste de nuestra mente, el estado donde la mente funciona libre del ego.  Aunque se necesitan las nueve puertas para lograr el objetivo de liberación mental hasta su máximo desarrollo (portal final), pues la batalla o transformación se libra en todos los frentes de la experiencia interna humana, sin embargo proponemos aquí seguir un orden conceptual a la hora de comprender el trabajo con las Nueve Puertas. Una parte de la mente original ya se vislumbra simplemente con el trabajo diario en estas primeras puertas luciferianas, que constituyen el primero de los tres grandes portales, el Portal de la Presencia. 
Cuando aunamos la conciencia testigo, la autoconciencia corporal y la atención en el presente entramos en el primer nivel de la mente original. Dejamos que los pensamientos pasen y no se queden en nuestra atención, permitiendo que se alejen y desaparezcan como hojas que se lleva el viento. Sentimos nuestro cuerpo (atendiendo a los puntos de enfoque conciencial corporal que se detallan cuando se profundiza en la segunda puerta) así como nuestra respiración fluida, profunda y  liberada. Y enfocamos nuestra atención en el presente con entusiasmo. Entonces comienza el cambio real, sin fantasías, sin engaños o interferencias de nuestro sistema de creencias ni fabulaciones del ego (aunque esto sólo se logra del todo cuando trabajamos con las siguientes puertas). Entramos en otro estado de la mente, un estado nuevo, pero sin embargo un estado antaño perdido y olvidado. Es el estado de la mente original, el estado que tuvimos cuando éramos felices niños pequeños, que disfrutábamos de la experiencia de cada día y de cada instante. En aquellos primeros años no podíamos ser conscientes de la maravillosa mente que teníamos, de su prístino funcionamiento. Poco a poco, con el tiempo, al crecer ese estado no lo supimos mantener o preservar y en un grado u otro se diluyó o esfumó. Nadie nos enseñó a conservarlo y la experiencia humana lleva ineludiblemente en casi todos los casos (salvo excepciones) a perder ese estado en mayor o menor medida. Estado del cual mucha gente no retiene siquiera el recuerdo.
Pero recuperar la mente original es la primera empresa que debemos empeñarnos en lograr, si de verdad queremos andar la senda luciferiana, la senda hacia la liberación del reino de las sombras y el retorno al infinito e ignoto reino de la luz. Al igual que el senderista para andar o caminar por la montaña lo primero que ha de incorporar a su equipo es un buen calzado, también el senderista espiritual ha de conseguir primero el retorno a la mente original si quiere de verdad llegar a algún lugar real en su viaje. Este funcionamiento prístino de la mente original nos libera de la tiranía limitadora del ego y nos abre las puertas a conectar con el alma y la parte divina del ser. No es una meta que se logre en un día, ni un estado que se mantiene fijo cuando conseguimos la primera experiencia, pero sí que está a nuestro alcance probarlo nada más nos esforzamos en la práctica de las tres primeras puertas conjuntamente. 
Sin embargo,  la mente original es tan sólo una potencialidad, pues, cuando se alcanza  ya con cierta solidez ese estado, la mente debe ser utilizada hacia un propósito y un nivel conciencial que el niño en absoluto tiene ni puede siquiera concebir.  La mente original es un estado prístino y liberado de la mente, donde no tiene cabida el deambular errante y contínuo de pensamientos o el flujo distorsionante de la actividad mental condicionada. Todo lo cual es generado por la actividad subconsciente del ego y la personalidad en el campo y la estructura de la mente. El ego o yo personal condicionado actúa como un factor implícito (incrustado bajo la superficie de la mente) que genera oleadas contínuas de pensamientos perturbadores, como una respuesta de este mismo ego al devernir de las circunstancias cambiantes en el flujo del espacio-tiempo. 
La mente original o mente silenciosa por el contrario no reacciona a esas circunstancias cambiantes, sino que se mantiene inmaculada (vacía) y no resulta reactiva al devenir de sujetos y sucesos del flujo espacio-temporal o vida ordinaria. 
Los pensamientos incontrolados y los sucesos de la vida cotidiana nos apartan contínuamente del estado de mente original. Por ello debemos permanecer vigilantes y descubrir cuando la actividad ruidosa de la mente nos aleja de nuestro propósito que es mantenernos en el estado de conciencia que permite restaurar la mente original. 
No hay que centrarse en el ruido, preocupación  o cháchara de los pensamientos, sino en el silencio que hay tras ellos y que deseamos restablecer. Igualmente llevar la atención al ahora y a la conciencia corporal nos restituyen al camino de reactivar la mente original. 
Cada vez que perdemos nuestra atención de auto observación regresamos a la tensión inconsciente de la mente y del cuerpo. Dejamos de fluir con libertad e imperceptiblemente caemos en un estado de solidificación y obstrucción energética, que se hace crónico con el paso de los años. Volver a insistir o perseverar en el retorno al camino de recuperar la mente original nos permite dar los primeros pasos imprescindibles que conducen a la apertura de las Nueve Puertas.
 

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