sábado, 7 de abril de 2012

El Reino de las Sombras y la Primera de las Nueve Puertas.

En el estado actual de la conciencia humana vivimos inmersos en un nivel del ser que en la cosmovisión luciferiana se le identifica como Reino de las Sombras. La psique se halla atrapada en una serie de condicionantes que crean eso que denominamos realidad cotidiana, la cual no es sino un estado perceptivo de la conciencia, elaborado por un determinado modelo de funcionamiento de la mente.
Nuestros pesares y alegrias, ilusiones y desesperanzas, proyectos y sueños, tragedias y dolores, deseos y amores, obsesiones y compulsiones, conceptos y creencias, etc, conforman una estructura psíquica donde mora prisionera la conciencia. Creemos que esa estructura es toda la realidad, la verdadera manifestación de la vida, cuando en el fondo no es sino una falsa realidad en la que diariamente habitamos. Una realidad ilusoria en la que gozamos y sufrimos, pero que no es real sino para determinado nivel de la psique.
Este nivel de conciencia en el que se encuentra ordinariamente la mente humana constituye lo que podríamos denominar una caja  mental o microuniverso existencial. Cada ser humano tiene el suyo propio, su propia caja, que a su vez interactúa con las restantes cajas o microuniversos de los demás seres humanos. De esta manera se conforma una realidad o plano existencial que en el sendero de las nueve puertas calificamos como Reino de las Sombras. 
Todas las cajas que se hallan en el estado de la realidad ordinaria se encuentran relacionadas y vinculadas en un todo mayor, formando el microuniverso mental y vital de la actual humanidad. Así el Reino de las Sombras no resulta ser otra cosa sino una realidad perceptiva donde nos hallamos inmersos, sin ser conscientes de ello, como un pez se halla inmerso en el mar. Sin embargo hay una diferencia sustancial, que radica en que el ser humano posee la capacidad de poder existir y vivir perfectamente fuera de la experiencia de la caja psíquica personal y fuera del poderoso influjo del Reino de las Sombras. Pero debemos empezar por ser capaces de identificar esta realidad impostora donde transcurre nuestra experiencia cotidiana. 
Muchas tradiciones místicas, espirituales o religiosas han mencionado la ubicación del ser humano dentro de esta falsaria realidad en la que inconscientemente nos hallamos. Y estas tradiciones han hablado de un camino hacia el despertar para aquellos que quieran iniciar la aventura de escapar o liberarse de este Reino de las Sombras. 
Cualquier religión persigue en el fondo alcanzar esta fundamental meta. Para ello se recogen y trasmiten una serie de enseñanzas o prácticas, pero que con el paso del tiempo son desvirtuadas y se olvida su objetivo inicial. Por ejemplo en el cristianismo evangélico se habla del Reino de los Cielos, un estado del ser y la percepción que se halla a nuestro alcance con tan sólo ser capaces de descubrirlo y llegar a él. Sin embargo esta enseñanza sufrió enseguida una desvirtuación que llevó a ubicar el celeste reino en un Más Allá tras la muerte donde sólo irán los buenos creyentes. En los textos evangélicos se dice: el Reino de los Cielos está a vuestro alrededor, pero no lo veis. Lo cual es debido a que ese misterioso reino no es sino la antítesis del Reino de las Sombras en que el ser humano ordinario habita, es decir un reino genuinamente más auténtico y profundo, totalmente independiente y opuesto a la falsaria realidad creada por la mente en el nivel de conciencia en que ahora se halla.
El Reino de los Cielos es la denominaciónn cristiana para esa otra realidad de luminosa conciencia que representa un estado superior de la psique. Sin embargo este iluminado reino no es una meta inalcanzable para el común de los mortales, ni un selecto premio que un ser superior reserva exclusivamente para sus incondicionales devotos y radicales creyentes. El ser humano tiene capacidad potencial para liberarse de la caja que le mantiene prisionero en el Reino de las Sombras. Para ello existen una serie de Puertas que aquí denominamos la Vía Luciferiana hacia la realidad luminosa o de conciencia liberada.
Ciertas personas a lo largo de su vida alcanzan momentos de gracia especiales donde perciben el mundo con una visión renovada. Son instantes extáticos donde el ser humano accede a vislumbrar la realidad verdadera más allá del Reino de las Sombras. Por un tiempo no se siente el mundo tal como se percibe bajo la poderosa influencia del estado cotidiano de la psique. En ese estado la conciencia se siente unida a una realidad superior, un nivel de paz, armonía y conciencia acrecentada. Se trata de una experiencia extática o de gracia, donde por circunstancias varias (aleatorias o fruto de un afortunado esfuerzo) la conciencia se sale de la caja (prisión psíquica) a través del umbral de alguna de esas Nueve Puertas que son las vías de salida. 
Ese llegar a pisar el umbral de una de estas trascendentes puertas pasa a ser una experiencia única, desconcertante en ocasiones, que difícilmente se olvidará a lo largo de la vida humana. Sin embargo pocas personas son capaces de repetir a voluntad la experiencia, a pesar de intentar aproximarse a través de ejercicios, disciplinas y prácticas. A veces han llegado hasta allí por un azar difícil de reproducir. En ocasiones ese estado de elevación o acrecentamiento conciencial puede durar días, pero lo más usual es que cuando raramente se consigue permanezcamos en él pocas horas e incluso pocos minutos, incluso segundos. 
Por ello la vía lucifera es una senda de trabajo consciente con los umbrales que permiten acceder a la realidad luminosa no ordinaria. Al ser una senda significa que es posible recorrerla por todo aquel que mantenga el firme propósito de hacerlo. Sin senda el deambular puede ser al azar, insistir en una sola puerta, buscar umbrales falsos o inapropiados que sólo dan acceso a una nueva caja de ilusoria luz, etc. 
Las Nueve Puertas son un senda antigua. Está representada con el símbolo de la estrella de ocho puntas, que fue quizá el principal diagrama de la iniciación luciferiana. Múltiples divinidades de la antiguedad emplearon este estelar símbolo. Pero por supuesto no es el único, dependiendo de la cultura y el rincón del mundo. También el planeta Venus es otro de los principales iconos de la senda y por ello aparece tantas veces relacionado con la estrella de ocho puntas o con el octograma. Este último también será usado en la arquitectura y diseño de ciertos templos para representar su carácter iniciático. Aunque asimismo pocas personas en la historia han tenido acceso completo a este conocimiento, más bien ha sido siempre una enseñanza secreta y perseguida.
Las religiones institucionalizadas no han tenido nunca interés en que la gente salga de la caja, más bien han pretendido lo contrario con el fin de una mayor manipulación de las masas y una perpetuación de esas élites religiosas en el poder. 
Nuestra recomendación en esta web de la senda lucifera es comenzar a trabajar con especial atención en una puerta. Hay que conocerlas todas y practicar con todas, pero eso puede ser al principio una labor demasiado amplia y difusa, por lo que es preferible incidir con más intensidad e insistencia en una puerta concreta. Y el consejo sería hacerlo con la Primera Puerta, es decir el Silencio. Por este motivo ha sido denominado como primer umbral. 
Para trabajar con el Silencio hemos de tener la perspectiva de que el silencio resulta la antítesis de ese ruido, monólogo y parloteo mental que brota y bulle contínuamente en nuestra psiquis. Por ello esta práctica consiste en la observación atenta y contínua de esa charla interior. Pronto nos daremos cuenta de que la mente repite ciertos pensamientos rutinarios y otros que se corresponden con nuestros hábitos psíquicos y emocionales. Se trata del circuito neuropsíquico que funciona de forma automática y que constituye lo que llamamos personalidad cotidiana. Dicho circuito de pensamientos/emociones predecibles y repetitivos se ha ido formando a lo largo de la vida mediante influencias y experiencias personales (también hay una parte heredada de nuestros ancestros a través de los genes). Constituyen la realidad de lo conocido, el habitáculo psíquico donde mora prisionera la conciencia. Pero como habitualmente identificamos nuestro yo con ese habitáculo somos inconscientes de que la conciencia prisionera es en realidad nuestro ser real y nuestra identidad auténtica. 
Este pensamiento automático de la psique, constituido por canales mentales y emocionales predecibles y repetitivos, es también lo que denominamos el ego humano. Por tanto este ego está generando contínuamente las paredes de la caja. Nos identificamos con dicho ego y por eso la caja que este construye resulta una estructura de confort, una realidad conocida a la que estamos habituados, aunque esa realidad degenere muchas veces en un habitáculo deforme o de horror. Una vez ocurre esto último tampoco podemos escapar aunque queramos, pues los límites de la caja no pueden ser trasgredidos o superados mientras el ego siga generando las piezas básicas de esa realidad. Antes o después la caja se convierte en una prisión y por último en una tumba. Tras la muerte del cuerpo, el alma identificada con el ego cargará hasta la otra vida con la mayor parte de la caja. Aunque en la caja haya pósters de santos o de dioses seguirá siendo una caja. 
Volviendo al trabajo sobre la Primera Puerta hemos de diferenciar que el proceso del pensamiento puede ser de tres tipos o modos funcionales: proyectar, repetir, recordar. El pensamiento fluye hacia el futuro, mediante una serie de fantasías, proyectos, anticipaciones .... que muchas veces surgen de forma automática e inconscientes. Así nos vemos hablando o actuando con gente que no está presente, pero que fantaseamos con ese teatro ilusorio. Se trata de algo no dirigido, sino un proceso que surge en todo momento mediante un sistema de piloto automático que brota de los circuitos de la psique. No hay que confundirlo con prácticas de imaginación consciente dirigida y controlada, que se realizan mediante una concentración e interiorización en ciertos ejercios mentales programados. 
También el pensamiento puede construir dialogos e imágenes ilusorias variando sucesos del pasado, recreandolos de diferentes maneras. Sigue siendo generación de una fantasía, pero proyectándola sobre personas y situación de un tiempo anterior. 
Una segunda posibilidad es el pensamiento repetitivo. Una idea queda en nuestra mente y esta se atasca dándole vueltas siempre a lo mismo. Se trata de una compulsión que atrapa a ciertas personas en un circuito cerrado, el cual a veces genera opresivas y limitantes obsesiones y bloqueos.
La tercera posibilidad es el intento insistente de la mente por recordar conceptos o pensamientos pasados olvidados o esfumados. Consiste en intentar rememorar en la mente los detalles de alguna idea o pensamiento perdido o desdibujado y entonces la atención mental se afana en volver a activar emociones y recuperar pensamientos que se tuvieron y ya se marcharon. Esto también produce una pérdida del estado silencio y de conciencia presente.
Tanto cuando el diálogo interior es creación fantasiosa, como repetición o intento de recuerdo sobre algo olvidado obtenemos el mismo resultado: la mente está generando ruido. Y por tanto nos aparta del estado de silencio interior. 
Los contenidos de este discurso mental contínuo varian en cada individuo en función de su psiquismo personal. Pero el resultado es que la mente ordinaria actúa como una radio cerebral con un dial inagotable emitiendo una charla interna permanente. Por ello la conciencia se halla absorta durante la cotidiana nutina escuchando este parloteo perpetuo y en muy raros momentos permanece en ese estado de silencio que es el primer umbral fuera de la caja. La caja es el sueño en que cada ser humano habita. Y además esta emisión contínua de dialogos, pensamientos y emociones en la mente provoca un desgaste neurovital y una pérdida de energía que merma al organismo agotándolo innecesariamente.
A este comportamiento ordinario y cotidiano de circuito cerrado de la mente, generador del parloteo contínuo, hay que añadir además una serie de trastornos patológicos especiales que deforman la psique. Es más usual de lo que suponemos que un considerable porcentaje de personas padezca algún tipo de enfermedad o tara mental en grado variable, aunque en muchos casos no sea siquiera consciente de ello. Así se ocultan en la mente humana diversos grados de neurosis, paranoias, fobias, reacciones compulsivas, psicosis, etc. Y todas estas patologías, en grado leve o grave, desenmascaradas u ocultas, generan igualmente todo tipo de ideas, emociones y dialogos internos obcecados u obsesivos que refuerzan aún más si cabe las paredes de la caja que nos atrapa.

La Primera Puerta es así la búsqueda de este silencio interior tan raro y difícil de conseguir. Una vez se alcanza llegar a pisar este umbral se puede sentir la luz conciencial de un nivel superior que existe más allá de esta Puerta luciferiana. Mediante la auto-observación mental interior continuada podemos lograr el silencio que es una manifestación del nivel de conciencia y percepción que supone esa realidad fuera de ese Reino de las Sombras que es la percepción rutinaria cotidiana.
Sin embargo una sola Puerta no implica penetrar y permanecer en ese evanescente e ignoto Reino de Luz o Reino Celeste. Una sola Puerta tan sólo nos permite mirar o sentir durante un breve e indeterminado periodo la experiencia extática. Pronto las vibraciones cotidianas vuelven a activarse y el umbral se cierra a nuestro pesar. 
Por ello la Senda de las Nueve Puertas pretende reunir todos los umbrales que posibilitan, una vez integrados, adentrarse en esa Realidad Luminosa. Más allá comienza un segundo trabajo, de cuya naturaleza es pronto para hablar.

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