sábado, 7 de abril de 2012

la primera puerta.

El Silencio es la primera Puerta psicoenergética que hay que atravesar o dominar para salir del Reino de las Sombras. Existe en cada uno de nosotros una barrera de ruido interior, una densa bruma de contínuos sonidos mentales, emocionales, instintivos ... incontrolados, mecánicos ... que mantienen atrapada a la conciencia humana y la aislan de su verdadero poder original.
Para descubrir y cultivar el fundamental silencio de la psique es preciso primero observar el ruido, nuestro permanente ruido interior. Percibimos entonces que hay una voz (fragmentada en múltiples voces, una miriada de voces) que habla dentro de nosotros de forma persistente. Esa interna y personal voz divaga sobre cualquier cosa, sueña, elucubra, recuerda, fantasea ... el caso es hablar siempre. Es como si hubiera alguien incansable, repetitivo y pertinaz que parloteara continuamente en nuestra mente, asumiendo nosotros esa identidad. ¿Pero quien es el que habla? ¿Nosotros? El problema es que creemos que el que habla (el hablador) somos verdaderamente nosotros, pensamos que es nuestra genuina y auténtica identidad. 
Sin embargo el hablador interno no es nuestra identidad verdadera, aunque la inmensa mayoría de los mortales se identifica ingenuamente con él. El hablador convive con nosotros, nos quiere hacer creer que somos nosotros, y nosotros creemos equivocados que somos él. 
En la Senda de las Nueve Puertas, la Senda de Lucifer, lo primero que hay que clarificar es quien es el hablador en nuestra mente, descubrir su naturaleza, desindentificarnos de él, observarlo en forma cada vez más distante, hasta lograr que se aleje, hasta conseguir que se vaya cayando, hasta alcanzar los primeros momentos de precioso y revelador silencio. 
Este trabajo en pos del silencio requiere un esfuerzo contínuo, un estado psíquico de alerta permanente, una conciencia de lucha con un enemigo pertinaz que habita en nuestro interior. Cualquier fallo en la auto-observación es permitir que el hablador retome sobre nuestra mente el control que siempre reclama. La meditación, la observación tranquila de nuestros pensamientos y emociones, es la estrategia indispensable para avivar en nosotros el rescoldo del fuego dormido de nuestra conciencia lucifera.
Lograr la meta del silencio interno es atravesar el primer portal que nos aleja de la ancestral oscuridad psicológica, cruzar la primera puerta que nos libera del Reino de Sombras en que por inconsciencia habitamos. Cuando franqueamos esta Primera Puerta nace en nosotros el primer destello de luz de la nueva conciencia, del espíritu dormido. Esa nueva conciencia silenciosa que surge en nosotros (y que debemos cultivar para hacer crecer) es la frecuencia o tono conciencial que nos acerca germinalmente a la conciencia luciferina. 
Blavatsky, intrépida viajera e investigadora
      de la perdida senda luciferiana, fundó la Sociedad Teosófíca, que enseguida degeneró tras su muerteMadame Blavatsky, fundadora en el siglo XIX de la nuevaTeosofía en su origen luciferiano, fue la primera y única teósofa seguidora de La Senda de Lucifer. Ya advirtió entonces sobre esta fundamental Primera Puerta que debe cultivar el iniciado o adepto para salir del Reino de las Sombras, trasmitiendolo en su pequeño, sustancioso y esencial libro titulado La Voz del Silencio. 
¿Pero quien es el hablador? Ese que se preocupa, que se queja, que se envanece, que alardea o se culpa, que se proyecta hacia el pasado o hacia el futuro... Esa voz interior que parlotea siempre no es sino nuestra propia mente condicionada, nuestra personalidad egoica, estructurada para autoperpetuarse. Sin embargo esta voz genera inevitablemente una identidad falsa en nosotros. Acabamos creyendo que somos esa voz, nos sumergimos en una sombra que nos impide reconocer nuestro genuino ser, olvidando así la fuente y esencia de nuestra real naturaleza.
La voz persistente, la identidad egoica, acaba poseyéndonos cada vez más. Nos hace transitar por múltiples sufrimientos y por breves y pasajeras alegrías. Pocos son los que desenmascaran y dominan esta falsa identidad interior y se dirigen hacia las metas del ser verdadero. 
No obstante esta es la Primera de las Nueve Puertas iniciáticas que conducen desde la conciencia humana ordinaria hasta la conciencia divina o conciencia transpersonal. El Lucero, la Estrella, Lucifer, es la expresión iniciática milenaria de la radiante y eterna luz de la Conciencia del Universo manifestándose en el inconsciente humano. 
Lucifer es la Deidad Suprema o vasta Conciencia Cósmica expresándose ante quien anhela el acceso a la realidad del espíritu como brillante luz redentora, liberadora, reveladora. Lucifer es la rebelión espiritual ante el imperio de las sombras, ante la conciencia sumergida en la materia, ante la tenebrosidad del ego. Lucifer es la luz divina que ha descendido al reino humano (espacio-tiempo inconsciente) para liberar y redimir la conciencia y posibilitar la manifestación radiante del genuino y eterno ser.
Lucifer significa el que trae la luz a la conciencia. Muchos grandes iniciados en el pasado siguieron la luz de la brillante estrella. Pero Lucifer en su primigenio origen fue siempre la Diosa Iluminadora, la Diosa Iniciadora (a veces desdoblada en dioses o maestros masculinos). Y fueron las ideologías religiosas patriarcales las que convirtieron a la Diosa Lucifera (y a algunos maestros arquetípicos luciferos) en el diablo llamado Lucifer. 
No obstante la Estrella siempre será la Diosa Iluminadora. Ella reina entre las sombras anunciando el Reino de la Luz. Y en nuestro oscuro interior debemos hacer nacer esa Estrella.

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